Si el mundo siempre fue un pañuelo ahora, en el siglo XXI, las distancias se han hecho más pequeñas que nunca. Por eso, no es de extrañar que encontremos laredanos a lo largo y ancho del globo. Silvia es un perfecto ejemplo de lo dicho. De la mano de esta joven pejina paseamos por las calles de Venecia para empezar con buen pie la primavera.
"La primera vez que vine me emocioné. No podía creérmelo. ¡Estaba en Venecia!" |
A punto de cumplir 25 años, Silvia Trueba San Emeterio es una diseñadora industrial afincada en la ciudad italiana de Padova, apenas a 50 kilómetros de Venecia. Allí marchó hace un año al amparo de una beca Leonardo Da Vinci, un programa de trabajo europeo que periódicamente envía a jóvenes de todas las nacionalidades a hacer prácticas a un país extranjero. Le gustó, le ofrecieron trabajo y se quedó, comenzando entonces su aventura en el país de la pizza.
Nos encontramos con ella dentro del tren que nos lleva a la ciudad de los canales. Y, según salimos de la estación de Santa Lucía, nos da la bienvenida una ciudad iluminada por el sol de medio día. “La primera vez que vine aquí me emocioné muchísimo. Bajé del tren y me temblaban hasta las piernas. Casi no podía creérmelo, ¡Estaba en Venecia!”, confiesa nuestra entrevistada. La entendemos perfectamente, la vista es, sencillamente, impresionante.
Silvia nos cuenta que, cuando aterrizó en Padova, tenía previsto estar unos tres meses, la duración de su beca, aunque no descartaba que surgiera algo allí. De hecho así fue: uno de los clientes del Liquid Diamond la descubrió y le ofreció un contrato, primero por proyecto y, después, por un par de años. Ella se lo pensó y no dejó pasar la oportunidad. ¿Por qué no?
Vista desde el puente, a la salida de la Estación de Santa Lucía |
Entonces entró a formar parte del equipo de trabajo de Marinell Trende, una compañía que se dedica al diseño y la fábrica de estores, entre otros productos. “Trabajo en la oficina técnica y, mientras mi compañero hace prototipos nuevos, yo me encargo de preparar las imágenes y la información del catálogo de piezas, el manual de instalación y la codificación del producto”, nos explica.
Y la experiencia le está resultando gratamente positiva: “Me gusta mi trabajo. Sobre todo por el programa de diseño que utilizan y porque, para ser mi primer currillo serio, estoy aprendiendo bastante”. No es para menos, sobre todo en los tiempos que corren y que tristemente se caracterizan por una grave crisis económica que le está poniendo difícil a los jóvenes eso de abrirse camino en un mundo laboral cada vez más precario y competitivo. Más que humilde, Silvia está contenta con su nueva posición y cree que ha tenido mucha suerte.
PUNTA DELLA DOGANA
Ahora que ya conoce la ciudad, lo que realmente le gusta a esta pejina es perderse en ella, alejarse de las zonas más turísticas (que haberlas haylas aunque es difícil encontrarlas), pasear y sentarse tranquilamente junto a la Riviera de alguno de sus canales. “Uno de mis sitios preferidos es la Punta della Dogana”, confiesa nuestra protagonista. Desde este lugar uno puede contemplar la iglesia del Santissimo Rendentore, obra del arquitecto Andrea Palladio, que los venecianos construyeron en el siglo XVI en la isla de la Giudecca para pedir a dios que por favor terminar con la peste que azotaba su localidad.
"Los gondoleros cantan para avisar de que van a pasar" |
Recorriendo las estrechas calles de la urbe podemos ver las innumerables góndolas que pasean a los turistas. “Es muy curioso porque los canales tienen dirección y, cuando los gondoleros llegan a un cruce en el que no se ve bien, cantan para avisar de que van a pasar”, nos enseña Silvia que, por supuesto, ya ha montado en uno de estos famosos barcos: “Es algo que hay que hacer por lo menos una vez”.
Pero si un vicio confesable tiene esta joven son los bacci, esto es, los besos. No piensen mal. Un bacio es un bombón típico de la zona, hecho de avellanas y chocolate, que guarda un mensaje romántico en su interior. Algo así como una galletita de la suerte a la italiana que, aunque nada tienen que ver con un buen sobao pasiego, tenemos que decir que está igualmente rico. Este es el postre de un menú que, como no podía ser de otra forma, ha estado presidido por la pasta: Rigatoni y penne alla Nerano de primero seguido de baccala arginato y frittata con cipolle.
¿QUIÉN DIJO PASTA?
“De verdad los italianos comen tanta pasta como dicen, no se cansas nunca”, asegura Silvia que, según nos cuenta, ya se ha acostumbrado a la gastronomía de la zona. Ella come a diario en una trattoria, el típico local de comida casera italiana, y reconoce que por lo menos cuatro de cada cinco días escoge pasta como plato principal. Eso sí, su comida favorita ya la tiene clara: “Tallateli con salmón, están buenísimos”.
Preguntada por cómo es allí la gente, esta laredana solo tiene buenas palabras: “Los italianos son muy agradables, me siento muy integrada. En muchas cosas son muy parecidos a los españoles”. Y, llegados a este punto, no podemos evitarlo. Tenemos que hacer la pregunta: ¿Qué opinas de Berlusconi? Se ríe: “Menudo tipo, hay que darle de comer a parte. A la gente no le gusta, pero ahí sigue”.
CARNAVAL, CARNAVAL
“El carnaval de Venecia es muy bonito de ver pero es otro ambiente, no es comparable al de Laredo. Aquí no hay tanta fiesta ni la gente se disfraza como allí. Tiene actuaciones pero menos de las que esperaba. Eso sí, hay personas vestidas con trajes de época preciosos y algunos pesan más de 10 kilos”, explica Silvia para acabar confesando: “Pero si te digo la verdad, igual prefiero el de Laredo”.
Y es que la tierra es la tierra y, aunque la joven se confiesa muy agusto en su país de acogida, no puede evitar extrañar algunas de las cosas que no pudo meter en su maleta antes de partir: “Lo que más echo de menos es a mi familia y a mis amigos. Y la playa”.
"La vida a veces es suerte. Estar en el sitio adecuado en el momento preciso" |
No obstante, dice que se siente muy cómoda en el Veneto a pesar de que, si le hubieran preguntado hace diez años, nunca hubiese podido imaginar que ahora iba a estar viviendo allí: “Al principio Italia no me llamaba la atención. Pero bueno, nunca hay que decir que no y, por una cosa o por otra, aquí estoy y me alegro”.
“De Italia me gusta lo típico, casi todo, pero especialmente la pasta, moverme en bici y los spritz – una especie de vermut a la italiana - ”, asegura. Y sí, parece que le ha gustado esto de vivir en el país de la Dolcce Vita porque, de momento, no se plantea regresar a casa: “Volver a España, especialmente como están las cosas, no me apetece nada. Siempre se puede regresar así que, mientras tanto, seguiré por aquí o donde surja algo”.
En su opinión, la vida muchas veces se trata de “estar en el sitio adecuado en el momento preciso” y, aunque es innegable que la suerte es algo muy útil, está de acuerdo en que no se trata solo de azar y en que uno no puede quedarse sentado en el sofá de su casa a esperar que las oportunidades llamen al timbre. La suerte se busca con iniciativa, trabajo y formación o, al menos, esta receta parece que es la que le está funcionando a la pejina para comenzar su carrera profesional. Como dirían en Italia, enhorabuena O Sole Mio!
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