domingo, 13 de febrero de 2011

Quique González, tan grande y tan pequeño a la vez


Madrid bien podría ser la ciudad que nunca duerme. Aquella en la que siempre hay alguien tocando en algún bar y queda un garito abierto para tomar la penúltima caña. Un lugar lleno de oportunidades para el que las sabe encontrar.

Esta vez de mi lado, la suerte me llevó hasta el corazón del Parque del Retiro. En el Florida Park esperaba el a punto de poner el broche de oro a una gira que, desde hace un año, le ha llevado a recorrer los escenarios de toda España. Quique González, envuelto en la que probablemente fuera la camisa más hortera jamás pensada, saltaba al escenario para abrir el último concierto de Daiquiri Blues arropado por una entregada audiencia ávida de escuchar una vez más los acordes de Miss Camiseta Mojada.
Quique González sobre el escenario de Florida Park
Pero fue mucho más que Cuatrocientos Gramos de Avería y Redención lo que, para nuestro día libre, nos tenía preparado este madrileño afincado en la Vega de Pas. Desde el primer instante nos agarró por dentro, fuerte, con sus temas. Con los más recientes y con los de siempre, con aquellos que por una razón u otra ya han pasado a formar parte de la banda sonora de nuestras vidas.

González consiguió crear, una vez más, un ambiente íntimo y personal, a pesar de que desde la capital no pudiera apreciarse el olor a Salitre y de los empalagosos Kamikaces Enamorados que, totalmente absortos en unas letras tan tristes como románticas, empujaban sin mala intención al resto de mortales allí presentes.

El cantante volvió a ser un grande a pesar de su estatura. Y, si durante más de dos horas brilló a la guitarra, no dudó en demostrar su destreza a la armónica y, más aún, al teclado para deleitarnos con su Pequeño Rock & Roll.

Quizá después de todo, aunque la vida nos lleve por caminos raros, la decisión más acertada no es otra que la de cerrar los ojos y disfrutar el momento. Porque esta es una historia que se escribe en unos portales de los que algunas veces tenemos la llave y otras, sencillamente, no. Lo importante es que no dejemos de intentar llevarnos La Luna Debajo del Brazo. Por lo menos hasta la próxima vez que vuelva por aquí.

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