Se apagó el canto del almuedano invitando a ir al salat. Aunque los patios sigan en pie, y los aljibes no se hayan secado.
Ahora, pulula en el aire el olor de infinitas rosas. Perfume con sabor a mil historias, que lleva dentro el eco de la voz, de una Sherezade, que nunca cantó sus cuentos entre los arcos de La Alhambra.
El sol vuelve a esconder a la dama vieja. Ella, que todo lo ve, preside majestuosa sobre los restos del blanco Albaicín. En silencio. De noche. Callada.
Palacio de La Alhambra, Granada (España) |
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