jueves, 14 de junio de 2012

La nevera de Eme

"A veces no veo bien, pero puedo intaralo". Extraña casaca, pulsera ritual. Y suave tomo sus manos para colocarlas sobre las rodillas. 

"Ahora algo no va bien, veo dolor. Muchas lágrimas. Pasará. En un año, año y medio. Dos, no más", susurró. "Hay alguien".

"Y, ¿cómo es?", preguntó ella curiosa. Escéptica. Divertida. ¿Qué clase de iluso creería en semejante estupidez? Por favor.

"No estoy seguro. No tienen el pelo muy negro. Quizá rubio ceniza, quizá rubio oscuro. No lo veo bien". Una foto. "Puede ser ese color. Vais de la mano. Sois muy felices. Y veo niños. Uno o dos. Pero hay niños. Sonries. Eres feliz".

Nunca le cobró le nevera. Supo que pensaba regresar a su país. Tres años después se pregunta si volvería a aquel poblado camerunés que brotaba de entre la selva, con su padre, sus cinco esposas y su ejército de hermanos. Si habrá conseguido corregir su miopia videncial, o si ya es hora de que ella se haga con otras gafas para mirar.

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